Dirigida por M. Night Shyamalan, con Paul Giamatti, Bryce Dallas Howard, Bob Balaban, Jeffrey Wright.
Un prólogo con dibujos muy simples nos prepara para comprender lo que vamos a ver: el mundo del agua, mágico y femenino, ha sido escindido del mundo de la tierra, pragmático y masculino. Es necesario que ambos se reencuentren.
Nuevamente, la historia que inventa Night Shyamalan se desarrolla en un microcosmos: un edificio de departamentos construidos alrededor de una piscina y jardín, lugar de reunión de sus numerosos habitantes. El factótum de ese universo es el administrador, encargado de recibir a los nuevos inquilinos, de reparar desperfectos de plomería o electricidad y de mantener cierto orden interno. Cleveland (Paul Giamatti) asume esa tarea a manera de expiación por faltas del pasado, aunque él está en este mundo para destinos superiores. Su momento llega con la aparición de una ninfa –aquí, una "narf" llamada Story (sic)–, criatura sobrenatural del mundo marino, que sale de la piscina con la misión de iluminar a un escritor bloqueado, cuya obra al parecer será clave para la humanidad. Por supuesto, existirán fuerzas opositoras, pero Cleveland pondrá todo su empeño en ayudar a ese ser sobrenatural (Bryce Dallas Howard, pelirroja en las primeras escenas y rubia en las últimas... ¿¿??), para que la misión se cumpla y ella pueda volver a su Mundo Azul. Con este fin, involucra a toda la comunidad de su edificio, donde en una obvia confluencia de razas –orientales, indios, latinos, negros y rubios– es de suponer que está representado el género humano. Hay múltiples explicaciones verbales sobre lo que sucede y lo que se debería hacer, como descifrar señales, actuar colectivamente, reconocer Emisarios, Guardianes y Sanadores (sí, todo con mayúsculas), pero esta mitología casera resulta tan pretenciosa que raya en lo banal. Y como sucedía en La aldea, las oscuras y feroces criaturas del mal son difusas, hasta que logramos distinguir unos monstruitos patéticos, no peludos sino pastosos, que no dan miedo sino lástima.
En una película rebosante de solemnidad y trascendencia (zooms violentos incluidos), hay lugar para la ironía: la víctima de sus pullas es un crítico de cine (Bob Balaban), el personaje más desagradable y antipático del film. Balaban se especializa en parodiar el mundo del cine, como lo hizo en Gosford Park. Sin duda, Shyamalan no está contento con las críticas que merece su obra. Y vuelve a caer en los errores que ya se le han señalado en sus películas previas: la solemnidad, la soberbia, la megalomanía, la reacción. Y en no menor medida, el ridículo.
Shyamalan se ocupa de todo: escribe el guión, producción y dirección son obra suya, y tiene el tupé de reservar para sí mismo el rol del Elegido, es decir, el objetivo de la visita de ese ser mágico a esa Tierra. Que él se tenga tanta confianza podría ser comprensible con un esfuerzo de imaginación. Pero lo que resulta inexplicable es cómo logra seducir a un mega estudio como Warner y a los financistas para que le otorguen el poder de llevar a cabo sus antojos y ensalzar su ego, en este caso, alevosamente.
Giamatti merece un párrafo: un actor que supo dar notables interpretaciones merecería estudiar mejor la elección de sus películas. Aquí naufraga sin remedio entre apuros y tartamudeos para lidiar con palabras como kii (sic), tartutic (sic!), scrunt (sic!!!) y otras variedades, en garras de un horrible director de actores y –ha sido dicho– un guión imposible.
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1 comentarios:
Pelirroja al principio y rubia despues... por que no estaba dentro del agua... simple...