The Devil's Advocate
Estados Unidos, 1997
Dirigida por Taylor Hackford, con Keanu Reeves, Al Pacino, Charlize Theron, Jeffrey Jones, Judith Ivey, Craig T. Nelson.
En el centro de El abogado del diablo hay un abogado defensor, Kevin Lomax, especie de superestrella de su pueblo chico, gracias a que no perdió jamás un caso (lo encarna Keanu Reeves, algo más suelto que en sus últimos trabajos). El otro personaje de importancia es el mismísimo Satanás, aunque la verdadera identidad del rol de Al Pacino es un secreto que el director Taylor Hackford (Eclipse total) quiso preservar hasta la segunda mitad de la película. ¿Por qué revelarlo, entonces? Porque una torpe conjunción de datos se ocupa de disolver la intriga ya desde el comienzo de la proyección. El título del film es el primer indicador, sumado al hecho de que la encumbrada firma legal de John Milton (Pacino) sea la que contrata a Lomax a poco de empezar, arrancándolo del pueblito para instalarlo en el centro de Manhattan, que encima está pintada como la cueva del demonio. Antes que el joven leguleyo haga las valijas, ya su mamá, que es cristiana carismática, se ocupa de completar el panorama definiendo a la Gran Manzana como la Nueva Babilonia descripta en el Apocalipsis bíblico.
Vaciado de suspenso, pues, emprende el film su largo derrotero (dura casi dos horas y media), que prosigue con unas escenas de corte televisivo destinadas a exponer el vertiginoso ascenso del hombre de ley. El lujoso semipiso que ocupa en la parte más paqueta de la ciudad, las fiestas a las que asiste, los elegantes peces gordos con los que se codea nutren esa apretada sucesión. Su esposa, en tanto, comienza a ser presa de desagradables alucinaciones (toda semejanza con El bebé de Rosemary no es pura casualidad) y al cabo de una hora de película, el único que no se enteró que el diablo anda metiendo la cola es el propio Lomax. Entretanto, las tareas en la empresa de John Milton lo obligan a trabajar día y noche en la defensa de peligrosísimos sujetos (uno de ellos, por caso, se entretiene ¡sacrificando cabras!), que no le caen nada bien.
Si la mamá de Lomax –que se viene del pueblito– encarna de algún modo lo divino, al ambiente que rodea al diablo lo definen ciertas instituciones contra las que Hollywood no se cansa de despotricar: cigarrillos, infidelidad, lesbianas... y fellatios. Mientras tanto se prepara el clímax, que tendrá lugar en el fastuoso departamento del maléfico (un enorme loft con toques góticos) y estará planteado como un combate de fondo entre el abogado y su patrón satánico. Hay unos cuantos pases de magia que corren por cuenta de una razonable batería de efectos especiales. Y muchos temas trascendentes –Dios, el Anticristo, el fin del milenio y la paternidad desfilan entre otros–, con los que Pacino, más altisonante y desbocado que de costumbre, se hace un auténtico festín.
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