(Idem - EEUU / México - 2006 – 141 min)
Dirección: Alejandro González Iñarritu
Intérpretes: Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal, Koji Yakusho, Adriana Barraza, Rinko Kikuco
Como ya se podía apreciar en Amores Perros (2000) y 21 Gramos (21 Grams, 2003), las causalidades más trágicas y las penurias entrecruzadas son las marcas registradas de la dupla compuesta por los mexicanos Guillermo Arriaga (guionista) y Alejandro González Iñárritu (director). La ganadora del premio a la mejor dirección en la última edición del Festival de Cannes, Babel (2006), no se queda atrás y ofrece un lienzo bien terrible sobre nuestra contemporaneidad, el salvaje mundo globalizado y las contradicciones de la posmodernidad.
El film ofrece cuatro historias paralelas e interconectadas que van desde los infortunios de una pareja de turistas estadounidenses en Marruecos y los problemas de comunicación de un padre con su hija adolescente en Japón, hasta el drama por sobrevivir de una familia de campesinos marroquíes y la discriminación hacia los mexicanos por parte de las autoridades norteamericanas en los puestos de control fronterizos. Todas las historias hacen centro en las complejas relaciones familiares y los vínculos erráticos que estas generan, poniendo a prueba constantemente su capacidad de resistir duros golpes tanto internos como externos.
Iñárritu confirmó que esta es la tercera y ultima parte de una trilogía de películas corales que completan las citadas Amores Perros y 21 Gramos. Sin lugar a dudas Babel es la más redonda, ambiciosa y lograda de las tres, aportando una bienvenida grandilocuencia que abarca ya no solo México y Estados Unidos, sino también los países asiáticos y musulmanes. Estamos ante la entrada más decididamente política del director, el cual pinta de maravillas los problemas específicos de cada región en particular. Mientras que por un lado apunta a la paranoia reaccionaria de los yanquis y al racismo que padecen los latinoamericanos, por otro lado pone en el tapete temas conflictivos como la soledad y la auto represión en Japón y la violencia latente en el mundo árabe.
Valiéndose de algunas estrellas que le garantizan la distribución mundial (como Brad Pitt, Cate Blanchett y Gael García Bernal), el realizador demuestra su talento en la dirección de actores y garantiza un muy buen funcionamiento del elenco en su conjunto. Tampoco hay que pasar por alto el excelente ritmo narrativo que el mejicano le imprime a su película, intercalando con sabiduría las devastadoras relaciones de causa y efecto que se establecen entre las distintas familias protagonistas. Lo que parece al comienzo simple casualidad con el transcurso del relato termina reenviando hacia vastas y diversas situaciones sociales, económicas, ideológicas y de comunicación. Nuevamente el director y su guionista se muestran tan virtuosos en el plano formal como sádicos en el nivel del contenido. Ambos consiguen transmitir una sensación de crueldad constante (facultad que solo un puñado de grandes del cine posee), en donde el espectador está continuamente en vilo esperando la llegada de la próxima debacle, la cual viene a complementar un estado de cosas ya de por sí decadente. Este existencialismo tan excitante como deprimente es una elección estética y conceptual que busca retratar el odio, los prejuicios, la incomunicación y la insensatez de la actualidad, haciendo hincapié en determinados síntomas generales que se dan cita con toda su fuerza en los choques culturales, especialmente en los contactos multirraciales.
Tan realista como melodramática, Babel marca una cúspide en el cine de Iñárritu. Así como los sentimientos, los deseos y las ideas de los personajes están en una espiral continua de paradojas, insatisfacciones y cuestionamientos, la película también es en algún punto esperanzadora, regalando recurrentes y melancólicos instantes de poesía visual apuntalados por la etérea música de Gustavo Santaolalla. Estos momentos contemplativos se nos aparecen como un poco de paz, no solo como puntos bellos en el camino de los protagonistas, sino también como peldaños hacia una posible redención. Como en el mito bíblico de la torre homónima, el mensaje final de Iñárritu y Arriaga se dirige hacia la explicitación de la confusión reinante, la incomprensión global del hoy
0 comentarios: