Hard Candy
(Idem - EEUU / 2005 – 103 min)
Dirección: David Slade
Intérpretes: Patrick Wilson, Ellen Page, Sandra Oh, Gilbert John
Si dejáramos a un lado la inmensa profundidad ideológica de un Roman Polanski o la cautivante sordidez de un Takashi Miike, se podría afirmar que Hard Candy es una rara mezcla de dos películas de estos grandes directores con las que mantiene algún punto de contacto: La muerte y la doncella (1994) y Audition (1999). Por supuesto que no vamos a establecer comparaciones odiosas ni tampoco la ocasión se presta para hacerlas. Simplemente viene a cuento para situar al espectador en cuanto a lo que se puede llegar a encontrar.
Hard Candy se inscribe en el terreno del thriller psicológico con componente sexual pecaminoso y su audacia mayor no reside en el espinoso tema que trata, sino en su particular puesta en escena, prácticamente en un solo ámbito cerrado y dominado en casi toda su extensión por sus únicos dos protagonistas. Una tarea nada fácil para el debutante en el largometraje David Slade, quien puede sentirse orgulloso de haber logrado mantener la tensión y el ritmo sostenido con tan pocas armas en su haber.
Hayley (la impresionante Ellen Page) es una adolescente de tan solo catorce años que traba relación vía Internet con Jeff (un solvente Patrick Wilson, protagonista de Angeles en América) un fotógrafo profesional de más de treinta. La chica logra concertar una cita para conocerse y entre charlas anecdóticas y algo de jugueteo seductor consigue que el hombre (no sin cierto recelo) la lleve a su departamento que a su vez oficia de estudio. Lo que Jeff no sabe ni se imagina es que Hayley en realidad le ha tendido un señuelo para atraparlo ya que tiene la certeza de que bajo su fachada de hombre correcto y simpático, se esconde un pedófilo que abusa de menores. Cuando las cosas comiencen a ponerse espesas Jeff se las verá con una joven no tan inocente que le tiene preparadas unas cuantas sorpresas desagradables y que está determinada a llevar a cabo su plan cueste lo que cueste.
El estupendo guión de Brian Nelson va llevando la acción tan naturalmente que cuando llega el clímax nos hallamos tan sorprendidos como el propio embaucado. De manera inteligente los personajes se nos presentan sin un juicio previo por lo cual es difícil determinar hasta un cierto punto quien es el dueño de la verdad, dotando a la situación planteada de una absoluta y atemorizante ambigüedad. También es de destacar la decisión ante los momentos más chocantes del uso del fuera de campo y el importante rol que juega el uso del sonido en esos precisos y vitales instantes, dejando al espectador librado a su imaginación (lo que a veces logra un doble impacto).
Casi como pieza de cámara, este nuevo juego del gato y el ratón teñido de una sexualidad contaminada por la perversión y la fantasía, se convierte en un original ejercicio fílmico sostenido por un gran dueto de actores, que deja flotando la inquietante idea de que no siempre el horror viene de la mano de criaturas monstruosas o demonios liberados, a veces puede tener el bello rostro de una virginal Ellen Page.
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